Nunca imaginé que escribir sobre la palabra "amor" me iba a resultar tan difícil. Lo que estaba supuesto a tomarme no más de una semana (se supone que sea una palabra cada semana), en realidad, me ha tomado tres semanas de estudio y meditación sobre el tema, sólo para descubrir que me falta muchísimo que aprender y que probablemente no llene ni siquiera mis propias expectativas con estas líneas, ni pensar en las expectativas de mis lectores. Pero creo que es hora de compartir esta reflexión que, aunque inconclusa en muchos aspectos, y un poco larga para las características de un blog, pienso que pudiera ser de bendición y edificación tanto para cristianos, como para aquellos que aún no conocen el amor.
A propósito, si piensas que sabes lo que es el amor, pero no conoces a Dios, estás totalmente engañado. El amor del que hablo en esta publicación no es el amor que humanamente conocemos. Pudiera decirse que ese amor al que nos referimos humanamente y de una manera tan fácil y hasta coloquial, en realidad no es más que una imitación barata del verdadero amor. Pudiéramos referirnos a ese amor como un amor "calaberita"; es decir, de mala calidad y que no es de la marca auténtica. Escoger la imagen de esta publicación me fue sumamente difícil, pues si buscas en Internet imágenes para la palabra amor, en unos breves segundos la pantalla de tu computadora se convertirá en una roja explosión "sanvalentinezca" caracterizada por un despliegue de corazones y frases que más cursis no pueden ser. Alguien debería decirle a Google que el amor es más que corazones y frases bonitas; aunque reconozco que representar el amor en una imagen es prácticamente imposible y que todo eso de los corazones no es más que un humano intento de representar algo a lo que aún no hemos podido darle una explicación. De algo sí estoy segura y es que el verdadero significado del amor sólo lo podré encontrar en la Biblia. Por esta razón pienso que la imagen que terminé escogiendo, luego de mucho buscar, de un libro (la Biblia) formando con sus hojas un corazón, es la que mejor representa la idea que quiero transmitir: el verdadero amor viene de Dios, y la primera evidencia de ello y cómo aprender a amar sólo podemos encontrarlo en Su Palabra. Es un simple intento, pues lo reitero, es imposible encasillar el verdadero significado del amor en toda su amplitud, en una sola imagen.
El amor de Dios
"Cristo te ama". ¿Quién no se ha encontrado alguna vez en la calle con alguien que en lugar de decir "hola" o "buenos días", te sale de repente con un "Cristo te ama"? ¿O quién no se ha encontrado con esta frase en una carretera en algún letrero o en el bumper de algún carro o en el cristal de algún minibús? Pero ¿qué significa en realidad? Lamentablemente esta es otra de mis preguntas sin respuestas, porque es que el amor de Dios literalmente "excede a todo conocimiento" [Ef. 3:19]. Esto puede significar sólo una cosa: no podemos entenderlo. Debo reconocer que entender esto -es decir, entender que no lo podré entender (valga la redundancia)-, fue un gran alivio para mí, pues me atormentaba no poder descifrar el enigma. Como ser humano que soy, quisiera obtener alguna respuesta concreta, lógica, hasta científica por así decirlo, de qué significa el amor de Dios, y más allá aún, por qué. ¿Por qué Dios ama a la humanidad? ¿Por qué me ama a mí?
A mi modo de verlo, ante el misterio del amor de Dios, hay distintas opiniones. Están los que como no encuentran una respuesta lógica que sus mentes puedan entender, deciden entonces rechazar el amor de Dios como una verdad. "Como no lo entiendo, pues entonces no es cierto; no existe el amor de Dios". Estas personas, al rechazar el amor de Dios como una realidad, están por supuesto rechazando la misma existencia de Dios. Porque DIOS = (es igual a) AMOR. Esta falta de entendimiento muchas veces hace que cuestionemos el amor de Dios. "Si Dios nos ama, ¿por qué permite que nos sucedan cosas malas? ¿Cómo puede Dios amarme si ha permitido que pierda a mi hijo(a), a mi esposo(a)? ¿Cómo puede permitir que sucedan terremotos, guerras, enfermedades, plagas, desgracias en el mundo y en nuestras vidas personales?" La respuesta es sencilla, aunque algunos no la comprendan, o quizás, no quieran aceptarla. La única causa del sufrimiento es el pecado.
Sin ánimos de simplificar más de la cuenta un asunto tan teológica y espiritualmente profundo, entiendo que la historia se pudiera resumir de la siguiente manera: Dios crea al hombre y a la mujer libres; libres para decidir. Pero el hombre y la mujer, como son libres, deciden pecar, es decir, desobedecer a Dios. A partir de ese momento, somos condenados. Pero ¿por qué? -se preguntará alguno. ¿Por qué Dios creó al hombre y a la mujer con la posibilidad de pecar? ¿Para qué nos dio libre albedrío? Quizás la pregunta que deberíamos hacernos es ¿para qué Dios quisiera crear "robots", sin alma, sin corazón, sin voluntad? Lo que nos distingue y nos hace únicos en la creación es precisamente esa libertad. Fuimos creados igual que El: santos, limpios, puros, pero el pecado nos dañó.
Quizás alguien también se pregunte, pero ¿por qué Dios nos tiene que castigar por el pecado? Si Dios es amor ¿por qué nos condena? Más de una vez he sido acusada por filósofos humanistas de que mi percepción de Dios está equivocada. Me acusan de que para mí, Dios es un dios sádico, que castiga a sus hijos por haberles desobedecido, para luego "perdonarlos", pero aunque los perdona, como quiera eso no los exime del sufrimiento, porque aún si se convierten y aceptan la historia de la cruz, pudieran pasar por tribulaciones y sufrimiento, para que la gloria de este dios egoista se manifieste. Para ellos, la fe en Dios es algo que los seres humanos simplemente necesitamos para satisfacer un vacío espiritual; como una especie de cuento que necesitamos creernos para ser felices. Y a lo que la Biblia y yo llamamos Dios, ellos llaman "universo" o "energía". Si acaso te ha cruzado este tipo de razonamiento por la cabeza, te digo, apártate de él, porque este razonamiento, esta filosofía, no es más que una negación de la esencia misma y naturaleza de Dios. Muchos de estos filósofos en realidad tienen una tendencia a obviar que el universo y toda energía fue creada por Dios y ese Creador es santo y perfecto y no convive con el pecado. Por eso la separación del hombre y la mujer de Dios a través del sufrimiento y el dolor, y por eso también a través del sufrimiento y el dolor -pero esta vez de Dios hecho carne- es que somos reconciliados con El.
Por otro lado, están los que simplemente nos rendimos ante las maravillosas manifestaciones del amor de Dios y lo aceptamos como un hecho, como una verdad, y aún cuando no comprendamos bien el por qué, por fe aceptamos y nos decimos a nosotros mismos: "Dios me ama".
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
[Juan 3:16]
La Biblia no dice en esta porción por qué Dios amó al mundo, sólo dice que fue "de tal manera", es decir, un amor tan pero tan grande, que hizo que Dios buscara la forma de eliminar la distancia entre El y los hombres, a través del santo sacrificio de Su Hijo. Y siendo justos, ¿pudiera existir en verdad alguna razón válida para que seamos dignos del amor de Dios? Dios no tuvo que amarnos, sin embargo, lo hizo. Si el Evangelio, es decir, la historia de Jesucristo y su sacrificio en la cruz no te es suficiente, entonces simplemente para por un momento y mira la magnificencia de la misma Creación. ¿No es esto suficiente evidencia de amor?
El Evangelio y la Creación son evidencias irrefutables y suficientes del amor de Dios; sin embargo, continúan siendo una verdad genérica, es decir, para todos. Sólo es posible experimentar el amor de Dios a través de una experiencia personal en nuestras propias vidas y como es personal, será diferente para cada quien. En mi caso en particular, pude ver la manifestación del amor de Dios en mi vida cuando por fin me di cuenta de Su misericordia y fidelidad para conmigo. Sin importar que tan lejos estuviera de El, Dios no se olvidó de mí y aún en medio de mi peor momento, mostró Su misericordia para conmigo. Me viene a la mente la frase popular "Dios aprieta pero no ahorca"; en mi caso, pudiera decirse que fui apretada y ahorcada (no por Dios, pues simplemente estaba viviendo las consecuencias de mis pecados), pero Su misericordia actuó sobre mí como si El mismo me hubiese dado respiración boca a boca para traerme de nuevo a la vida. ¿Y qué de Su fidelidad? Oh, Su fidelidad. El que ama, cumple toda promesa, de eso no hay duda, y Dios prometió estar a mi lado, y sin importar mi infidelidad hacia El, Su fidelidad ha sido inagotable.
"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? .... ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
[Romanos 8:35,39]
Pudiera escribir por horas y horas, páginas y páginas, sobre el amor de Dios y cómo se ha manifestado y se continúa manifestando en mi vida. Es un tema amplio y profundo, como Su misma existencia. Nuestras mentes no lo podrán entender, por lo menos no en este plano terrenal. Sin embargo, para mí, lo que más se acerca a describir el amor de Dios son esas cuatro evidencias: la Creación, el Evangelio, Su Misericordia y Su Fidelidad. Ojalá que la próxima vez que la persona que se te acerque (probablemente alguien que califiques como un "evangélico fanático") para decirte "Cristo te ama", puedas contestarle "Si, lo sé".
El amor como mandamiento
Desde niños nuestra cultura nos enseña que el amor es algo que sale natural del ser humano. En una familia, lo natural es que los miembros se amen entre sí. La gente también se enamora, y esto sucede en ocasiones sin uno esperarlo y de una manera tal que pareciera que no tuviéramos ningún control o decisión sobre ello. A mí me encanta estar enamorada. Definitivamente, es algo super natural en mí. Ese instinto fluye por mis venas y se manifiesta a veces hasta imprudentemente, pues "no lo puedo evitar, es lo que siento en mi corazón" -me digo a mí misma. Ese amor es fácil y definitivamente, creo que realmente hay una predisposición natural en el ser humano para amar. Sin entrar en el debate de si el "enamoramiento" es amor verdadero o no, veamos este amor familiar y romántico, como una capacidad innata de la raza humana. Yo lo llamo el "amor de fábrica"; es decir, el amor que viene por defecto en nuestro sistema. Estamos diseñados de fábrica para experimentar este amor. Incluso científicamente esto es una realidad, pues existen hormonas que inciden en la química de nuestro cuerpo que se han relacionado con episodios de amor en el ser humano, como cuando una mujer da a luz, cuando amamanta, durante el sexo, etc. No es necesario que nos enseñen este amor, pues es parte de nuestro ADN.
Sin embargo, Jesús vino a enseñarnos otro tipo de amor. Un amor igual al de El por nosotros. Un amor que implica sacrificio y sobre todo, un amor que no es merecido o justificado. Practicar este amor no es sencillo; en realidad, es muy difícil. Por eso es un mandamiento, una ley. Si fuera fácil, no tuvieran que mandarnos a practicarlo, nos saldría naturalmente. Por eso se nos manda en la Biblia a:
Amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente [Mt. 22:37; Mr. 12:30; Lc. 10:27]
- Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos [Mt. 22:39; Mr. 12:33; Lc. 10:27]
- Amar a nuestros enemigos [Mt. 5:43-44; Lc. 6:27,35].
Amar a Dios es el primer mandamiento, y tiene todo el sentido del mundo, pues una vez se logra el primero, el segundo ya entonces se hace fácil, igual el tercero que viene siendo el mismo. Y aún más allá, el amor es la fuerza que mueve al cumplimiento con el resto de los mandamientos, pues el Apóstol Pablo dice claramente que todos los mandamientos se resumen en el amor al prójimo [Ro. 13:9]. Es por amor que no debemos matar, es por amor que no debemos mentir, al final el motor para cumplir con los mandamientos de Dios es el amor.
El amor como una decisión
No hay pues duda alguna de que el amor, al ser un mandamiento, entonces se convierte en una decisión que debemos tomar. Por ser un mandato de Dios, no quiere decir que deja de ser una opción. Al final de cuentas, la decisión de obedecer los mandamientos de Dios continúa siendo parte del trato del libre albedrío. La diferencia entre una ley y una sugerencia, al final de cuentas no es más que la consecuencia del incumplimiento; la sugerencia puede que no tenga consecuencias mayores, mientras que la ley tendrá una consecuencia ineludible. Dios pone las reglas, y está en nosotros seguirlas o darle la espalda. Y como decisión, implica un compromiso. Esto quiere decir que el amor deja de ser entonces un sentimiento reflejo natural del ser humano. No es un sentimiento que invade nuestro corazón de repente y nos produce cosquillas en el estómago o cosas por el estilo. Este amor no es involuntario, automático, sino todo lo contrario, es voluntario, es trabajo, es difícil. Eso sí, unas veces más que otras.
El amor a Dios
El amor que debería ser fácil definitivamente es el amor a Dios, aunque sea un mandamiento. Pues ¿cómo no amar a Dios luego de ver todo lo que El ha hecho por nosotros y continúa haciendo?
"Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero."
[1 Juan 4:19]
El amor a Dios debería fluir fácilmente entonces. Debería, pero no es así. Y de nuevo la misma razón: el pecado. El pecado es desobediencia, y el amor a Dios es todo lo contrario, es la obediencia a Dios.
"Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos"
[1 Juan 5:3]
Me viene a la mente la frase de la película "Love Story" de los años 70, en donde el novio en un momento (Ryan O´Neal) le pide perdón a la novia (Ali Mac Graw), y ella le contesta "Amor es nunca tener que pedir perdón". La verdad es que pensando en el amor a Dios, este postulado se convierte en un imposible, pues no hay manera de dejar de pecar y siempre necesitaremos pedirle perdón a Dios. ¿Significa entonces que no es posible amar a Dios? Nunca podremos amar a Dios con el mismo amor perfecto de El; sin embargo, somos llamados a seguir el ejemplo de Jesús y a imitar su amor, así como somos llamados a imitarlo a El en pos de la santidad.
"Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor."
[Juan 15: 9-10]
El mismo Jesús nos dio la fórmula: "permanece en mi amor, guarda mis mandamientos". Y el Señor sabe que volveremos a pecar, que no somos perfectos como El, de lo contrario, no nos hubiera enseñado también a perdonar. El perdón es parte intrínseca del amor. De hecho, es en el perdón que se manifiesta su amor para con nosotros.
"Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento."
[Marcos 12:30]
Me encanta como este mandamiento el Señor lo da con tanto énfasis. Pudo haber dicho "amarás al Señor tu Dios" y ya. Pero no; Jesús añadió "con todo tu corazón", luego "con toda tu alma"; pero no se queda ahí, también "con toda tu mente", y más aún "con todas tus fuerzas". Pienso que el Señor, al mencionar el corazón, nos está diciendo que el amor a Dios se siente. Esa es la parte fácil, pues es nuestra reacción natural al descubrir cuánto El nos ha amado. Luego también nos dice que el amor a Dios es algo espiritual cuando menciona al alma. Y luego nos habla de la mente, es decir, del conocimiento. No sólo lo amarás ciegamente, como pudiera ser un sentimiento, sino que también lo amarás con conocimiento. Pero el mandamiento no estaría completo si no viene "la fuerza". "Con todas tus fuerzas", me hace pensar en acción, en esfuerzo, en ponerlo en práctica todos los días.
Las características del amor
Ya sabemos que nuestro amor a Dios no será perfecto, pero tenemos un modelo perfecto de amor que es nuestro Señor Jesús. Y la Biblia nos describe la perfección del amor de una manera absoluta.
"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser..."
[1 Corintios 13:4-8]
Piensa por un momento en la persona que crees que amas más profundamente. Tu pareja, tu padre o madre, quizás algún hijo(a). Piensa en tu relación con esa persona y en cómo eres con ella, y ahora compárala con las características de 1 Corintios 13 y coteja aquellas que entiendes que cumples. ¿Con cuántas características cumples? Tengo tres hijos, y la verdad que el amor que se le tiene a los hijos es algo maravilloso y grande, muy grande. Pero haciendo este ejercicio pensando en mis hijos, la verdad es que apenas pude cotejar unas cuantas características. Por poner un ejemplo, cuando llegué a "no se irrita", me detuve y me vino a la mente todos esos momentos en los que he perdido la paciencia.
Ante esta definición del amor tan perfecta, no puedo evitar pensar que practicar este amor es una meta inalcanzable y que en realidad yo no amo a nadie. La verdad es que es alcanzable. La respuesta está en el mismo 1 Corintios 13, versículo 12: "Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido". El amor que practicamos en este mundo, no es más que un mero ensayo del verdadero y perfecto amor. Cuando estemos en la Gloria de Dios, ahí entenderemos y podremos amar con ese amor perfecto de Dios, pero mientras tanto tenemos que continuar ensayando y poniendo el amor ante todo.
Creando el hábito de amar
Como el amor es un mandamiento, una decisión, perfecto y estamos llamados a ensayarlo, pues debemos ponerlo en práctica todos los días de nuestras vidas y en todo momento. "La práctica hace al maestro" dice un proverbio, verdad? Pues de esa misma forma debemos practicar el amor, aún cuando en un principio no nos salga naturalmente, hasta que adquiramos el hábito de amar y sea nuestro primer impulso. Es como cepillarse los dientes. Todos los días tengo que recordarle a mi hija pequeña que debe cepillarse los dientes. Estoy encima de ella todo el tiempo: "cepíllate los dientes antes de acostarte". Si no se lo digo, seguramente se irá a la cama sin cepillarse. A veces me pregunto ¿cuántas veces se lo tengo que decir? ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo va a aprender? Efectivamente, ella aprenderá y hará un hábito de ello, y probablemente, será un hábito que lo hará de manera automática cuando sea mayor, y el día que no lo haga, se sentirá extraña, pues ya es un hábito. Asimismo, nosotros debemos hacer con el amor. Todos los días tendremos que recordárnoslo. Todos los días tendremos que estar encima de nosotros mismos para amar, para hablar con amor, para tratar a los demás con amor, para que todo nuestro accionar esté caracterizado por el amor de Dios. Y cada día que pasa se hará menos y menos difícil, hasta el día en que sea nuestro primer impulso.
"Todas vuestras cosas sean hechas con amor."
[1 Corintios 16:14]
El amor como la marca inconfundible del cristiano
En otra publicación titulada "Cristian@" hablaba de que no existe un "cristianómetro" que nos permita saber que tan cristiana es una persona. Pero si existiera tal instrumento asimilable a un termómetro, el mercurio del mismo sería definitivamente el amor. Porque será por el nivel de amor que exhiba una persona que sabremos que es un verdadero discípulo de Jesús. El mismo Señor lo dijo:
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros."
[Juan 13:35]
"Por sus frutos los conoceréis" [Mt. 7:16], y "el fruto del Espíritu es amor.." [Gálatas 5:22], dice la Palabra. El cristiano está llamado a vestirse de amor y a andar con amor. Si no hay amor en nosotros, no somos verdaderos cristianos. "Ama, ama, ama, ama, ama, ama". Me lo repito una y otra vez, para que no se me olvide, para vencer a mi naturaleza pecadora, y para que todo lo que haga esté impregnado de amor. Desde mi trabajo, desde el más mínimo detalle de la vida cotidiana, que todo mi accionar sea en el amor de Cristo Jesús. Haz esta oración humildemente ante el Señor. Reconoce que no sabes amar, pídele al Señor que te enseñe a amar en su perfecto amor.
El resultado del amor
Indudablemente que si todos practicáramos el amor en todo momento, el mundo sería diferente. Pero no el amor de corazoncitos y mensajitos, sino el amor de acción, de entrega, de humildad, de obediencia a Dios, el amor perfecto de Jesús, el amor descrito en 1 Corintios 13. Viviríamos verdaderamente el Reino de Dios en la Tierra. ¡Qué hermoso sería! Sería como la canción de John Lennon, "Imagine". Imagina eso por un momento. Un mundo en donde todo el mundo se ame. Un mundo sin guerras, sin discusiones, sin divorcios, sin enemistades, sin rivalidades, sin envidia, sin rencor. Mi pastor ha estado predicando sobre el Padre Nuestro, y hablaba de la parte que dice "Venga tu Reino; hágase Tu voluntad, como en el Cielo, así también en la Tierra". Me llamó la atención que la oración que el Señor nos enseñó no dice "Señor, llévanos pronto a tu Reino", sino que pide al Padre que el Reino de Dios venga a la Tierra. Jesús no nos enseña a escapar de la realidad de este mundo sin amor; por el contrario, nos enseña a que el Reino de Dios empieza en la Tierra, pero sobre todo que empieza por mí y por ti. Así que empieza a crear el Reino de Dios amando.
También el amor tiene un resultado en nuestras vidas personales. Jesús nos dice que si le obedecemos, permaneceremos en El, y luego nos hace una promesa.
"Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho."
[Juan 15:7]
Es la promesa del Señor por permanecer en su amor. Esta promesa me tocó profundamente en mi corazón y me ha llenado de esperanza. Pensé en esa petición especial que le he hecho al Señor y que sólo El conoce, y sentí como el Señor me está diciendo que haga Su Voluntad y que permanezca en su amor, y El concederá todos los deseos de mi corazón.
Una última invitación
Luego de pasar todos estos días estudiando sobre el amor he llegado a una conclusión. El amor no se puede estudiar. No se puede analizar, ni tampoco buscarle explicaciones. El amor simplemente es. El amor simplemente se practica. No lo analices, no lo racionalices, simplemente párate y hazlo. Empieza con someterte a la voluntad de Dios, ríndete ante tu Creador, entrégale tu vida y ámalo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Corre a tu hermano, a tu amigo, a tu prójimo, a tu enemigo, al menospreciado, y ámalo, no sólo con palabras, no con un amor fingido, sino entrañablemente ... de corazón puro ... fervientemente [1 Pedro 1:22, 4:8]. ¡Amén!